martes, 17 de septiembre de 2013

El enigma de los geoglifos


Uno de los temas que la arqueología alternativa saca a menudo a colación en calidad de “rarezas del pasado” es la existencia de los llamados geoglifos, esto es, marcas, trazos o dibujos (de formas geométricas, antropomórficas, zoomórficas o fitomórficas), realizados sobre el terreno (en rocas o suelos más o menos duros). Estos geoglifos no siempre han tenido una clara interpretación por parte de la arqueología convencional, aparte de otros problemas no menos importantes, como las dificultades para una datación fiable.

En la mayoría de las ocasiones, estas figuras o diseños son de gran tamaño y sólo pueden ser apreciadas en su totalidad desde una cierta altura sobre el suelo, lo que todavía ha hecho avivar más la imaginación de algunos autores. En todo caso, la fascinación que producen tales símbolos todavía por descifrar ha llevado a incluirlos en el capítulo de «prodigios de la Antigüedad», dado que debieron suponer en la mayoría de casos un gran esfuerzo colectivo (aunque sin duda inferior a la arquitectura megalítica) con unos fines que habitualmente se adjudican a ese magnífico y siempre disponible cajón de sastre llamado «creencias».


No es ninguna novedad resaltar ahora que cierta literatura alternativa nunca ha creído en las explicaciones encauzadas en el ámbito mitológico-religioso. Ya desde la era Von Däniken la mayoría de estas señales se interpretaron como una simbología destinada a llamar o evocar a los dioses voladores, o sea, astronautas de otros planetas. ¿Qué sentido sino tenía realizar enormes dibujos que sólo se podían ver desde el cielo? A algunos esta conclusión les parecerá una falacia de enormes proporciones, pero ello no esconde la dura realidad, es decir, la gran dificultad de interpretar objetivamente tales empresas desde nuestra visión actual, más o menos sesgada por nuestras preconcepciones. Por desgracia, debemos admitir que en este terreno casi siempre estaremos forzados a esbozar escenarios más o menos especulativos, a menos que surjan nuevas pruebas arqueólogicas o documentales que permitan establecer las claves correctas para una interpretación razonablemente segura.

A modo de rápido repaso, citaremos seguidamente los geoglifos más conocidos:

Las líneas y figuras de Nazca (Perú)



 Raro es el libro de historia alternativa de alcance general que no mencione estas famosas líneas de la Pampa de Nazca, al sur del Perú. Descubiertas tras la generalización de la aviación en Sudamérica, en seguida fueron objeto de investigación por parte de varios expertos, entre los cuales destacan el norteamericano Paul Kosok y, particularmente, la alemana Maria Reiche, que dedicó su vida a la conservación y estudio de las líneas. No obstante, cabe señalar que en realidad se trató de un redescubrimiento, pues ya en el siglo XVI los conquistadores españoles habían advertido la presencia de estas grandes líneas sobre el terreno. Preguntados entonces los indígenas por el origen de las líneas, dijeron que guardaban relación con los mitológicos Viracochas.


Aunque estas líneas son harto conocidas, haremos un rápido repaso de sus características. Se trata de un conjunto de líneas y de geoglifos que ocupa una extensión aproximada de unos 750 km2. Está formado tras despejar el duro terreno (de color más claro que la superficie) de las pequeñas piedras y la arena que lo recubre. Las líneas rectas, de anchura variable, se extienden por valles y colinas a lo largo de varios kilómetros y en algunos casos parten radialmente de un centro. Las figuras, alrededor de unas 300, son básicamente dibujos geométricos y representaciones de animales a gran escala (mono, ballena, colibrí, araña, garza, perro...) aunque también hay alguna forma humanoide como el llamado «astronauta». El mono, por ejemplo, mide poco más de 130 metros. Se atribuye el trazado de las líneas a cultura local nazca, con una datación estimada de entre el 200 a. C. y el 700 d. C.

En cuanto a su ejecución, no parece que se tratara de una tarea sobrehumana. Efectivamente, no habría gran dificultad técnica; se podía llevar a cabo con unas simples estacas. Se ha especulado sobre si era necesario elevarse sobre el suelo para realizar los trazados e incluso se llegó a proponer la intervención de unos globos prehistóricos. Lo cierto es que todo el trabajo se podría haber realizado sin problemas a ras de tierra a partir de unos modelos a escala. Por lo tanto, mucho esfuerzo y precisión, eso sí, pero no con una excesiva complejidad.

Maria Reiche siempre estuvo convencida de que las líneas se orientaban a determinadas estrellas y que el conjunto podría ser un gran calendario astronómico. Aparte, otros expertos sugirieron que las figuras zoomórficas podrían ser representaciones de constelaciones, pero nada de esto ha sido probado. Se realizó un exhaustivo estudio de la correlación entre las líneas y ciertas alineaciones astronómicas, y no se hallaron más que unas pocas coincidencias más bien fortuitas. Von Däniken, a su vez, vio en las líneas unas inconfundibles pistas de aterrizaje para naves espaciales, aunque más de uno se ha preguntado por qué tales naves necesitarían aterrizar como un avión... Hoy en día prácticamente nadie, ni siquiera en las filas alternativas, apoya tales ideas. Las últimas hipótesis que se han ofrecido para explicar las líneas apuntan a rutas de peregrinajes sagrados o bien rituales relacionados con el agua y la agricultura. De todas formas, todavía nos movemos en el terreno de las conjeturas. 

El Candelabro de Paracas (Perú)



Se trata de una gran geoglifo en forma de candelabro o tridente trazado en la zona costera de Punta Pejerrey, en la península de Paracas. Este diseño, formado por tres brazos, se puede apreciar desde lo alto, pero también desde el mar (a modo de «baliza»). El tridente está aproximadamente orientado al norte, según su eje central, cuya longitud es superior a los 200 metros. En lo que se refiere a cómo fue realizado, el sistema no sería muy distinto a lo visto en Nazca: excavación o vaciado de la capa superficial, aunque en esta ocasión con una profundidad considerable (entre 1,2 y 3,2 metros). Tampoco en este caso se han ofrecido explicaciones concluyentes sobre el significado de esta figura. 

Geoglifos de Palpa (Perú)



Otro enclave interesante es la región de Palpa, también en Perú, donde encontramos sobre un terreno agreste un gran número de líneas y geoglifos. Allá también se observan largas líneas rectas, dibujos de animales y de plantas, y alguna extraña figura humanoide de ojos saltones y cabellera «de rayos». Sin embargo, a diferencia de Nazca, destaca poderosamente una serie de complejos dibujos geométricos de formas perfectas. Sobre estos geoglifos tampoco hay sólidas teorías, aparte del consabido contexto ritual (en este caso centrado en la adoración del agua y la fertilidad). Los investigadores atribuyen los trazados a la cultura de Paracas, con una cronología más antigua que Nazca.


Las «bandas de agujeros» (Perú)



En Cajamarquilla (en el valle de Pisco, Perú), hallamos una especie de pista perforada de casi 1,5 km. de largo por 20 metros de ancho que transcurre sobre una zona montañosa. Está hecha a base de excavar unos 6.900 hoyos sobre el terreno (tan profundos que cabría en ellos una persona). Se ha sugerido que los agujeros podrían ser silos de almacenaje, posiciones defensivas o nichos funerarios, pero no hay certeza al respecto. Nuestro inefable Erich Von Däniken también las inspeccionó, pero no supo ofrecer mejores argumentos.


El Gigante de Atacama (Chile)

 


Este geoglifo es una figura antropomorfa de unos 86 metros de largo, trazada sobre el desierto chileno de Atacama. Para su realización se empleó una técnica doble: el clásico vaciado y la acumulación de pequeñas piedras. Podría tratarse de la representación de un dios pre-incaico, pero no es más que una especulación. Menos conocidos son otros petroglifos de la región con figuras diversas: círculos, espirales, flechas, rebaños de animales...




Aparte de esta gran concentración de geoglifos en la zona de los Andes, cabe mencionar también que en América del Norte se han identificado bastantes montículos artificiales decorados con geoglifos, como el del Montículo de la Serpiente, en Ohio (EE UU). Se cree que fue realizado hace más de dos mil años por las culturas indígenas de Adena o de Hopewell. La figura que podemos ver sobre el promontorio es la de una enorme serpiente en actitud de devorar un huevo, trazada mediante la colocación de barro amarillo sobre una gran base de barro y piedras. Se ha interpretado este montículo como un santuario donde residía el espíritu de esta divinidad, protectora de las aguas según la mitología de muchos pueblos indios. Otro clásico ejemplo de grandes geoglifos en Nortemérica es el conjunto de dibujos de Blythe (California), realizados con el clásico vaciado de la grava superficial, en que apreciamos animales y figuras humanas. 

En Europa el fenómeno es bastante escaso, pero destaca la figura en creta blanca del llamado "caballo blanco" de Uffington (Gran Bretaña), sólo bien visible desde el aire a causa de su tamaño (110 x 37 metros). No hay certezas sobre su datación, que se ha fijado entre tercer y el primer milenio antes de Cristo, aunque se han sugerido otras fechas muy posteriores. En Gran Bretaña también cabe reseñar una figura antropomorfa de unos 80 metros llamada "el gigante de Cerne Abbas", un humanoide armado con una porra que se ha relacionado con el culto a la fertilidad (seguramente porque está representado con un pene erecto...).



Finalmente, el incansable viajero e investigador alternativo J.J. Benítez nos recordaba en su libro Mis enigmas favoritos que también en África, más concretamente en el territorio del Sáhara, podemos observar unos curiosos geoglifos en forma de esquemáticas moscas o de bumeranes. Según la información que recogió Benítez de los pilotos de la Fuerza Aérea Española que los identificaron, tales dibujos no podían ser formaciones naturales, sino que parecían haber sido elaboradas mediante la agrupación de grandes piedras oscuras. El tamaño de estos bumeranes es muy grande; de hasta 1,5 kilómetros, mientras que las moscas no sobrepasarían los 50 metros. En cuanto a su disposición, las moscas no presentan ningún orden ni orientación precisa, pero en el caso de los bumeranes se pudo comprobar que todos estaban perfectamente orientados hacia el oeste (el Atlántico). Sobre sus orígenes y significado apenas sabemos nada.

Actualización:
En su reciente libro Decoding the riddle of the Nazca lines (2014), el investigador independiente Brien Foerster sostiene la versión de que los geoglifos de Paracas, Palpa y Nazca deberían interpretarse como la sucesión de una serie de intervenciones de diversas culturas a lo largo de muchos siglos. En su opinión, los geoglifos de Paracas pudieron haber sido creados como "expresiones de arte y espiritualidad", así como para observaciones celestes. Más tarde, la cultura Nazca, afectada por una escasez de recursos alimentarios (por razones climáticas) habría realizado las líneas con el propósito de hacer un mapa de las corrientes de agua subterráneas de la zona. Las principales líneas, a su vez, habrían sido marcadas previamente como senderos a enclaves remotos, en función de rutas  comerciales, y también para fijar ciertas alineaciones solares, lunares y estelares. De todas formas, Foerster reconoce que aún nos movemos en el terreno de las hipótesis a la hora de explicar globalmente el fenómeno de los geoglifos.


(c) Xavier Bartlett 2013


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